A primera hora, las tropas se encuentran en el centro del campo. La caballeriza avanza por el flanco izquierdo y amenaza un doble ataque a los indefensos reclutas enemigos. Es el inicio de una sangrienta batalla. Los ejércitos intercambian posiciones, ventajas y desventajas, buscando salir victoriosos. Ya en el ocaso, quedan pocos defensas y el rey está atrapado. En árabe se dice shâh mâta, o jaque mate. Termina el juego.
El ajedrez es una nueva obsesión en mi casa. A mediados de marzo noté que mis compañeros de la oficina jugaban en sus ratos libres. Me abrí una cuenta en chess.com y comencé a jugar contra mis amigos, Michelle y desconocidos por internet.1 Perdiendo, en la mayoría de los casos. Así se aprende.
Cuenta una leyenda, entre muchas otras sobre el origen del ajedrez, que la primera versión del juego se creó en la India en el s. XI d.C.. El joven príncipe del imperio Gupta fue acorralado y asesinado en batalla. Su hermano diseñó un tablero para contarle a su madre los detalles de la heroica muerte del príncipe. Esta primera versión, llamada caturaṅga en Sánscrito (“cuatro cuerpos”, por sus distintas categorías de piezas) se exportó al imperio Persa, donde cambió en las reglas y en su nombre: llamado Shah (que significa rey, y de donde viene el nombre del juego en inglés chess, y la frase jaque mate como mencioné en un principio).2
Cuando los árabes toman el juego le llaman aš-šaṭranj, del persa čatrang, con su raíz en el caturaṅga original, y del árabe nos llega al español tras la conquista de la península ibérica en 711 primero como axedrez, y luego ajedrez. Las piezas se adaptaron a su contexto: el elefante (en árabe al-fil)3 se convirtió en un obispo (la pieza es llamada bishop, en inglés, y bispo en portugués), y la reina se integró al juego como la pieza más fuerte. La inclusión de la dama se relaciona con el reinado de Isabel de Castilla.4
El juego fascinó y conquistó al mundo. El matemático Al-Masudi lo llamó un testimonio sobre el libre albedrío, contrario a los juegos del azar y con dados (mucho más antiguos que el caturaṅga). La guerra entre piezas blancas y negras es una fuente inagotable de poesía y arte. Leamos este fragmento del poema “Canción de Ajedrez”5, escrito por Abraham ibn Ezra en el s. XII:
Voy a cantar un poema sobre una batalla en regla,
antigua, desde tiempos remotos consagrada,
que gente inteligente y entendida organizó,
instituyóla sobre ocho hileras.
O cómo olvidar “Ajedrez” de Jorge Luis Borges:
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.6
En 2017, el poeta Renato Tinajero ganó el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, galardón de más alta importancia para la poesía en México, con su libro “Fábulas e Historias de Estrategas”. Una infinitud de inspiración nace en el tablero. Recuerdo también la película “El Séptimo Sello” de Ingmar Bergman, en la cual un caballero medieval regresa de las Cruzadas a un país plagado por la Peste Negra, y se enfrenta en una partida de ajedrez contra la Muerte.7
A finales del siglo XIX, tal vez como efecto de la Revolución Industrial y los desarrollos en ciencia y tecnología, el ajedrez tomó un camino menos poético. Comenzaron las competencias oficiales, los rankings, los puntos, las mediciones. El desarrollo de la teoría de aperturas y memorización de jugadas. Luego fue un terreno para la Guerra Fría, dominado por la Unión Soviética.
En un rapidísimo salto en la historia, llegamos a mayo de 1996, cuando Deeper Blue, la versión mejorada de la supercomputadora de ajedrez desarrollada por IBM, venció al campeón Gary Kásparov. Esto abrió las puertas a una nueva era en el juego de la guerra: el ajedrez, presa de la tendencia cientificista obsesionada con la medición de todo, perdió algo de su dramatismo antiguo.
Ahora los jugadores entrenan su juego calculando probabilidades y estudiando bases de datos disponibles en internet y consumiendo hasta el cansancio tutoriales en YouTube. Es bueno que el juego goce de tanta práctica y popularidad. Gracias a la tecnología, se juegan más partidas de ajedrez al día que en cualquier otro momento en la historia. Pero al igual que en otras disciplinas, sea en el mundo familiar, empresarial, o académico, estamos “confundiendo la magnesia con la gimnasia”, los medios con los fines, las herramientas con los objetivos.
Desde su origen, el ajedrez ha tenido un papel de formador de virtudes. Se modeló en función de los movimientos bélicos porque la guerra “es la escuela más eficaz para enseñar el valor de la administración, la decisión, la prudencia, la cautela, la disposición, la estrategia, la circunspección, el vigor, el coraje, la fuerza, la resistencia y la valentía.”8 ¿Qué pasa con el ajedrez cuando los jugadores olvidan el desarrollo de las virtudes?
Vivimos en la era de la recopilación de datos y mediciones de desempeño, de la adicción a la certidumbre, del frío cálculo racionalista por encima de otras formas de conocimiento. El acercamiento cientificista al juego nos dice mucho sobre el espíritu de los tiempos: pensamos que sólo lo medible es verdad. Es la religión del algoritmo.
Las formas de vivir en sociedad y buscar juntos la verdad no están disponibles en ninguna base de datos. Más que ciencias, tanto el ajedrez como la vida, son artes. Por eso es el juego universal.
Al escribir esto me di cuenta que jeque y jaque son lo mismo: rey (no sé árabe). Pensé que jocoque tendría algo que ver, pero viene del náhuatl xococ, que significa agrio (tampoco se náhuatl).
Alfil viene del árabe al-fil que significa elefante, y de donde también viene la palabra en español marfil, hueso de elefante.
Falta evidencia que la inclusión de la dama sea por Isabel de Castilla. Hubo otras figuras importantes como Leonor de Aquitania, Blanca de Castilla, etc. Otros argumentan que el poder otorgado a la dama podría provenir de la devoción a la Santa Virgen María.
También se traduce como “Versos a la Partida de Ajedrez”.
Vale la pena leer el poema de Borges completo haciendo click aquí.
Agrego este ejemplo más popular, por sugerencia de mi colaboradora más cercana. En Harry Potter: La Piedra Filosofal, Harry y sus amigos juegan un ajedrez gigante con piezas mágicas.
Murray, H. J. R. (1913) A History of Chess. Oxford University Press.
El ajedréz siempre ha sido sobre aprenderse aperturas y respuestas. Los ajedrecistas son los que le construyeron el halo de virtud para convencer al resto de que no es un juego como cualquier otro y ya.
Creo que es bueno que la sociedad moderna ya no caiga en esas trampas, que el ajedrecista no se vea como un estratega sino como una persona que sabe jugar un juego, y no es diferente a quien juega Yugioh o Age of Empires.