En esta columna semanal he tratado el tema del aburrimiento y la necesidad de aprender a vivirlo. Podemos reprogramar la connotación de la palabra. Generalmente tiene un sentido desagradable: tedioso, pesado, repelente, insustancial, asociado a la pérdida de tiempo y la carencia en sentido. El significado que típicamente le damos al aburrimiento me recuerda al poema de Antonio Machado, “Hastío”:
Dice la monotonía
del agua clara al caer:
un día es como otro día;
hoy es lo mismo que ayer.
Pero el aburrimiento también puede ser un espacio en nuestra agenda para pensar. Si estás aburrido, probablemente no estás trabajando, sino que es tiempo de ocio. El aburrimiento también puede ser parte de un sano descanso.
¿Sano descanso? Si vivimos en una sociedad que mide el éxito por rendimiento, entonces el trabajo es desmedido y excesivo. El triunfo profesional está puesto como el máximo valor, una carrera de obstáculos para poder presumir en LinkedIn (hay que saberse vender, dicen). Entonces, el descanso es también superlativo: es desordenarse, desfogarse, es aliviar toda tensión animal. En la civilización del espectáculo, del hiper-entretenimiento obsesivo, está prohibido aburrirse. Es más, aburrirse es un acto revolucionario. Alguna vez alguien me dijo que el que sabe trabajar sabe descansar. Yo creo que el que sabe trabajar, dándole su justo lugar, sabe también aburrirse.
Una de las habilidades corporativas más codiciadas, siendo realmente valiosa, es el saber trabajar en equipo. No es queja. Pero también hay que saber descansar en equipo. Y no es juntarse a estar todos en la sala viendo cada quien su pantallita. Eso no cuenta. La idea es repensar los momentos de descanso para tener un aburrimiento colectivo, en el buen sentido de la palabra: una actividad lúdica cooperativa, presencial, comunicadora y didáctica, para el buen desarrollo psicosocial sin importar la edad.
Las posibilidades son infinitas. Pienso primero en los juegos de mesa, pero podría ser cualquier actividad recreativa que implique convivencia. Algo de deporte aunque dé flojera, o un club de lectura aunque suene medio ñoño, o ver una buena película que invite a la crítica y a la reflexión, escuchar música con intención. La pandemia, traumática etapa en nuestra historia, nos empujó hacia adentro, relegados a las juntas por videoconferencia, home-office, los videojuegos por internet y demás alternativas digitales de diversas actividades cotidianas.
Lo importante es salir del mundo virtual del entretenimiento adormecedor y sustituirlo por aburrirse, descansar, en equipo. De esos momentos que se podrían llegar a sentir forzados en un inicio salen las mejores anécdotas familiares y se fortalecen las amistades.