Se cuenta que los oficiales británicos, durante la ocupación en la India, intentaron controlar la población de cobras pagando en efectivo a los habitantes locales por cada cobra muerta que entregaran. Lo que en un principio fue una solución, rápidamente se convirtió en un problema aún más grave: la gente comenzó a criar cobras para “venderlas” a los oficiales británicos. Esta es una historia de incentivos perversos: el llamado “efecto cobra”.
Otra anécdota: En 1902, los franceses, que ocupaban lo que ahora es Vietnam, intentaron controlar la plaga de ratas en la ciudad de Hanoi. Después de algunos intentos fallidos, diseñaron un sistema de recompensa en el cual pagarían un centavo por cada rata cazada. Para recibir la recompensa, solo era necesario entregar la cola del animal. Sin embargo, la plaga no se eliminó. Los oficiales franceses reportaron que la población de ratas seguía creciendo, pero ahora sin colas. Los vietnamitas capturaban a las ratas, les cortaban la cola, y las dejaban ir para que se reprodujeran. Este caso está mucho mejor documentado que el relato de las cobras.
Una más: En la década de 1860, el Congreso de los Estados Unidos le pagaba a los constructores del ferrocarril por cada milla construida. Union Pacific Railroad decidió diseñar el carril en una de sus secciones en forma de arco, haciendo el trayecto ineficiente, pero más largo.
Ahora, un ejemplo más moderno: En el 2016, el banco Wells Fargo diseñó un sistema de incentivos para una mayor apertura de cuentas con sustanciosos bonos para los gerentes de sucursal. La idea era poner en práctica el cross-selling, es decir, vender distintos productos financieros a un mismo cliente. La estrategia fue tan agresiva que quienes no cumplían con las cuotas del programa se sentían amenazados de perder su empleo. Al igual que los criadores de cobras, cazadores de ratas o constructores de ferrocarril, los administradores de las sucursales respondieron a estos incentivos perversos, y abrieron cuentas sin la autorización de los clientes. Las tarifas y costos de administración de las cuentas no autorizadas sumaron más de 2 millones de dólares. Uno de los episodios de la serie documental de Netflix, Dirty Money, sigue a detalle la cronología de este fraude.
Se entiende la idea: los incentivos perversos tienen efectos que van en contra de las intenciones originales de quienes diseñaron el sistema de recompensa. Leer sobre estos ejemplos del “efecto cobra" nos puede hacer caer en el error de que todo se trata de dinero, pero no es tan sencillo. La gente decide tomando en cuenta todos los costos y beneficios, no solo los pecuniarios. Los resultados de los sistemas de incentivos deben de tomar en cuenta el contexto institucional y cultural: los valores y principios, las normas no escritas y el conocimiento local. Los incentivos no tienen que ser monetarios, pueden ser sociales, de reconocimiento, prestigio, o incluso likes, followers, etc.
Imaginemos un caso no tan hipotético. Supongamos una población universitaria que, en general, comparte cierto conjunto de ideas y principios que se consideran incuestionables, como un dogma. Quien dude de la certeza o bondad de tales ideas sería considerado un “hereje”, mientras que aquellos que la impulsen o defiendan son considerados héroes. Supongamos que un profesor de la universidad le confiesa su herejía a uno de sus alumnos. El alumno lo reporta con sus compañeros y la universidad termina el contrato del profesor.
¿Se ha diseñado, sin quererlo, un sistema de incentivos perversos? ¿Se podría volver esta situación una especie de cacería? El alumnado, al reportar a quienes van en contra del pensamiento aceptado, sería reconocido por sus compañeros y ratificado por las autoridades universitarias. Los estándares de lo que es considerado herejía se volverían cada vez más estrictos, y cualquier muestra de inconformidad con la ortodoxia sería considerado relevante para reportar a la administración. El ambiente universitario pasaría a ser de diálogo y compromiso con la verdad, a ser de desconfianza y compromiso con el dogma. Pasaría de ser una comunidad de enseñanza y virtud, a ser un nido de víboras.